-Texto original WHITNEY LEA MCKINNON, traducido por Andrés Varela-

Te pedimos que te tomes los casos que expondremos a continuación con el mayor humor y buen rollito posible.

Este post ha sido aprobado por la comisión internacional de maridos italianos.

Que te quede bien claro: cuando te casas con un italiano, las cosas se pueden volver un poco exasperantes. Por poner un ejemplo, está ese ojo eternamente irritado. Es algo que se aprende después de comprometerse con tu novio italiano después de salir durante tres años. Si estás en una situación parecida a la mía, agárrate las carnes porque aquí van las cosas que harán que tu futuro marido italiano te saque de quicio.

1. El niño de mamá

La mamma. Como me imagino que ya sabréis, uno de los rasgos más conocidos de los hombres italianos es que son todos unos niños de mamá. Incluso si no se tratan de unos malcriados, la mayoría de los hombres italianos admiten que sus queridas madres les han consentido, aunque solo sea un poquito. Y a veces esto se "sale de madre".

¿Qué el baño no está como los chorros del oro? Pues mi mamá lo habría limpiado. ¿Te crees que tu pasta está rica? Eso es que no has probado la que prepara mi madre después de limpiar el baño. Llegamos hasta el extremo que: cada mes, nos llega un paquete con "esa marca" de detergente, porque a mami no le gusta la que yo le compro a su nene. Envío directo. Desde Italia a nuestra casa. Cada bendito mes

Índice de enfado: 1/10. Por mucho que odie doblar calzoncillos “lo bueno”, es que, con cada caja de detergente, me llega otra de café del bueno directamente desde Italia. Y déjenme decirles que es un privilegio del que no todo el mundo goza.

2. Prestigio gastronómico

Yo no soy muy de acercarme a los fogones, la verdad. Me va más lo de pedir comida a domicilio y es porque no me veo perdiendo media hora cocinando. ¡No soy ese tipo de persona, qué le vamos a hacer! Pero por culpa de mi maridito italiano siento una presión tremenda cada vez que llega la hora de cenar y aún no hay ni plato sobre la mesa. Las veladas en casa ahora se decoran con ingeniosas frases como “bueno, en algún momento se aprende” o “tampoco es tan difícil”. Un rollazo.

Índice de enfado: 2/10. Por mucha presión que sienta, yo no cojo ni espátula, qué viva la resistencia. Qué viva la pereza.

3. “Españoles…”

Ah, cómo no, el clásico movimiento de ojos acompañado del chasquido de lengua a modo de queja y la frasecita, “españoles…”. Ya sabéis de lo que hablo. Es justo lo que recibo cada vez que tiro carne de cuando compramos el frigo o cuando me quejo de que a la pasta al dente "me va a acabar saltando un diente".

Todo lo que hago es porque soy una persona derrochadora, muy quejica, o simplemente, española, tal y como el resto de mi gente. Para que lo sepas, yo soy como soy porque soy yo. Ni siquiera me gustan los toros. Así que, si tiro un bote de leche de hace una semana y media, no es por mis raíces, si no por mis narices. Lo siento si no soy súper fan de las intoxicaciones y el moho.

Índice de enfado: 3/10. Te gusta la paella, ¿verdad? Pues que sepas que no es un tipo de risotto.

4. No hagas hoy lo que puedes hacer mañana

Es verdad, lo olvidaba: Italia, la tierra "del mañana", que se note que no es precisamente porque sea muy moderna. Lo que quiero decir es, que para terminar cualquier cosa, la respuesta es: mejor ya mañana. Como ejemplo, aquí tenemos una conversación que tuvimos el otro día:

YO: ¿Te importaría cambiar la luz del baño?
PROMETIDO: Ahora estoy con la guitarra, luego lo hago.

Vuelvo del trabajo. Enciendo la luz del baño. Quiero decir. Intento encender la luz. Porque la bombilla de recambio me mira tranquila en su cajita desde la repisa del baño. Ganas de matar aumentando. Ya la cambio yo. Bienvenidos a mi vida.

Índice de enfado: 4/10. Ya me imaginaba en lo que me metía cuando empecé a salir con un italiano, si hubiera querido que esa bombilla estuviera cambiada para cuando volviera, me habría juntado con un alemán. Esto me lo he buscado yo.

5. Ningún miembro de su familia entenderá tu humor ni le parecerás demasiado inteligente

Si tu relación se parece mínimamente a la mía, puedes olvidarte de hablar ni una palabra con tus futuros suegros si no es en su idioma. Las bromas, el sarcasmo y los comentarios ingeniosos quedan totalmente descartados, ya que estos son a menudo, intraducibles. Tu ingenio no tiene ni pizca de gracia traducido al italiano. Cuando ocurre, es momento "tierra trágame" y una valiosa lección sobre la imposibilidad de traducir algunos tipos de humor.

Índice de enfado: 8/10. De verdad que tengo gracia y salero, ¡creedme! Si pudiera hablar vuestro idioma, aprenderíais lo que es reírse de verdad.

6. Atención, ya está aquí el policía de la moda

Yo soy de Madrid y me gusta vestir bien. No vengo de ningún pueblo ni acabo de llegar a la capital. Pero aún así, mi prometido tiene (y mucho) que decir sobre mi forma de vestir. Si me da por ponerme un vestido para ir al parque recibo la "famosa mirada". ¿Vas a ponerte unos mini shorts para ir por la ciudad? Pero si esos son más de playa. Aunque vengo de la misma capital de la Cibeles, tuve mucho que aprender sobre la forma de vestir italiana hasta poder escapar de esas miradas incriminatorias de mi prometido, o aún peor, de su familia y amigos.

Índice de endafo: 5/10. Por citar a alguien con más experiencia que yo, diré: ¿Por qué no te callas?

Índice de enfado: a veces, casarse con un italiano puede resultar un tanto exasperante, pero esto es parte de la gracia de estar con alguien así y me da a mí que él también tendría unas cuantas que decir si le preguntan sobre salir con españoles.

10/10 garantizado de que lo volvería a hacer.

¿Cuál es tu lista de las diferencias culturales más molestas?


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