-Texto original por SABRINA, traducción por Andrés Varela-

Cualquiera que me conozca (aunque solo sea un poquito) sabe que me encanta mi país. A pesar de que abandoné la dolce vita hace ya 10 años, sigo defendiendo a capa y espada que Italia se trata, en efecto, del mejor país del mundo. La verdad es que por muy bien que me adapte allá a dónde vaya, no hay ningún lugar como Italia.

Aunque por mucha morriña que me dé, también hay cosas de Italia que me sacan de quicio. Y sí, puede sonar un poco drástico, pero creo que este es un sentimiento compartido por el resto de mis compatriotas.

Aquí os traigo, como persona 100 % italiana que soy:

Las 7 cosas de Italia que me sacan de quicio:

1. Aquí "no existe" el transporte público

Imagínate un país en el que los autobuses y trenes llegasen siempre puntuales. Imagínate un lugar, donde puedes vivir sin depender de tu coche para llegar a tiempo a la universidad o el trabajo.

Señoras y señores, este lugar existe, pero no aquí en Italia.

O al menos, no por ahora, ni durante los próximos cien años. Si vives en Roma, Milán o en una ciudad más pequeña, lo mejor es comprarse una Vespa, una bici y ya, como última opción, un coche. También puedes coger el transporte público bajo tu responsabilidad y repentino sentimiento de arrepentimiento diario.

2. Administración, servicios públicos, burocracia y SOBRE TODO el servicio de correos

Cada vez que voy a visitar a mi querida madre, esta tiene la bonita costumbre de mandarme a la oficina de correos para pagar una factura o algo por el estilo. Es la forma que tiene mi familia de reírse de mi profundo desprecio hacia esta versión italiana del mismo infierno (también conocido como Correos).

A diferencia de Australia y Londres, enviar algo desde Italia requiere de una fortaleza mental superior. Mi parte favorita de todo esto, es el descansito de cinco minutos que hay entre cliente y cliente (no, no es ninguna broma).

Mejor voy a dejar de hablar de servicios públicos, pero por favor Italia, haced algo al respecto antes de que sea demasiado tarde.

3. La política italiana y sus políticos

No me preguntéis por qué, pero el mundillo de los políticos es algo tan terrible como sorprendente y lo peor, es que siempre ha estado ahí.

No hay manera de entender cómo funciona Italia. Y no me refiero solo a toda esa gente que vive en el Campidoglio, Palazzo Chigi, Montecitorio o el Palazzo Madama ni a sus sueldos absurdamente desorbitados.

Me refiero más a la corrupción sin tapujos, el que haya más chorizos que curas en Roma y que la mafia esté metida en todos y cada uno de los servicios públicos.

4. Tener que pagar en efectivo

No es que odie el dinero, pero me gustaría ver un mundo en el que este no existiera. O al menos, no en efectivo.

A lo mejor es porque me da rabia que me cobren un piquito cada vez que saco efectivo desde el extranjero, pero es que en algunos países ya puedes pagar incluso el artículo más minúsculo con tu tarjeta.

No me digáis que no mola. De esta forma es imposible que se te pierda, ni tienes por qué ir cargando con él. ¿Nos pasamos a las Bitcoins?

5. La obsesión por la Crisi

Vamos a ver, Italia, al igual que mogollón de países sufrieron bastante el impacto de la crisis del 2009. ¡Pero venga ya, que eso ya fue hace casi diez años!

Si le preguntas a cualquier persona de Italia, culparán a la crisis como la causa de todos los males (si se les muere el gato, el autobús llega tarde, si el Milán pierde o incluso si llueve.

Son como un disco rayado. Debe de ser su naturaleza, esa que hace que los italianos le echemos la culpa de todo a algo, ya sea el gobierno, el papa y su iglesia, la EU, el tiempo, Trump o nuestro presidente.

En Italia, ALGUIEN siempre tiene que tener la culpa de algo. La verdad es que la objetividad no es nuestro fuerte.

6. Obsesión enfermiza por la apariencia

Os lo explicaré bien claro. Tengo amigos que llevan coches de marcas de lujo y que no tienen ni un duro. Lo cual no hace sino empeorar su situación económica.

¿Pero por qué? La respuesta es tan sencilla como estúpida, por el puro postureo. Esto llega hasta el punto en el que tengo una amiga que se acababa de gastar en un bolso de Louis Vuitton lo que yo me gastaría en medio año (¡Y no bromeo!) y que para más inri, tubo la friolera de pedirme que si le podía invitar a cenar porque ella no tenía un duro.

Vamos a ver, señores: que la muchedumbre no os lave el cerebro. Vuestras pintas no cambiarán quiénes sois. Ni la ropa, los coches o el teléfono de última  generación os representan.

No son más que objetos que en 10 años perderán todo su valor.

7. I raccomandati e i raccomandanti

He aquí, la piedra angular de este país. Uno de mis temas favoritos de conversación y la razón principal que hizo que abandonara este país con solo 22 años para buscarme un futuro mejor en Gran Bretaña.

El mercado laboral de este país sigue chapado a la antigua, es un lugar donde la gerontocracia y los hombres de pelo cano (o en su defecto, sus hijos) se resignan al paraíso de la jubilación y controlan todo el cotarro.

En Italia todo funciona "por puro enchufe", por lo que si no eres de esos (como fue mi caso) de los que conocen a algún pez gordo, malas suerte, tienes una probabilidad de uno entre un millón de encontrar trabajo. Y no quiero ni empezar con el papel de la mujer en el mundo laboral italiano.

Bueno, estas han sido las cosas que me gustaría que cambiaran antes de que vuelva dentro de seis meses. Está claro que no es más que un sueño, pero bueno, si no, siempre podré trabajar en la Poste Italiane.

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